Primera entrada que publico *-* (parece mentira que sea la primera, pero no había podido encontrar un mejor momento para escribirla que este ^^)
Hará cosa ya de un año que me sumergí en mi famoso cuento de hadas, en el cual no paraba de buscar mi propia identidad, pero asustada, me veía obligada de nuevo a esconder mi rostro tras diversas caretas.
Tras cada intento venía un nuevo tropiezo, hasta que por fin, fui encontrando una luz destelleante que me guiaba, esa luz procedía de mi pequeña hada madrina, y cómo no, me dejé guiar, pero no solo por su luz, si no por toda luz que se me cruzaba, fuese para bien o para mal, y fueron esas falsas esperanzas las que me llevaron hacia el más fangoso y oscuro de los lugares, la temible ciudad de la desconfianza. Sin darme cuenta, no solo había conseguido adentrarme en ella, es que poco a poco fui convirtiéndome en un habitante más.
Las oscuras paredes de mi palacio eran mi nuevo refugio, y la soledad mi única compañera. Ya no confiaba en nada ni nadie, y el palacio parecía hacerse más y mas pequeño, y yo, princesa de nada, me encogía a su vez.
Las horas no solo me hacían más pequeña, también me volvían más débil. Ya no era capaz de ver ninguna luz, y sentía que cada vez las necesitaba con más ansia, ya no me importaba equivocarme o tropezar, solo quería no volver a sentirme sola, pero sobre todo, necesitaba comenzar a ser yo de nuevo.
Me incorporé en el suelo y pude ver lo que antes no había visto, mi ropa de baile junto a unas preciosas zapatillas, de mis ojos se escaparon algunas lágrimas, pero esta vez eran muy distintas a las que recordaba, eran de alegría, y con una sonrisa en mi rostro me vestí y calcé de forma casi instantánea y al hacerlo, comprobé que ya no era tan pequeña como pensaba, e incluso comprobé que volvía a tener la capacidad para mí más valiosa, la capacidad de sonreír...
Una música sonó de fondo, y sin pensarlo empecé a bailar al compás.
El palacio ya no era tan pequeño, ahora cabía una familia y no solo eso, las paredes habían adquirido unos colores vivos y luminosos.
No podía parar de bailar, pero me caí, y aunque la herida se abrió, junto a mi sentí una mano que me ayudaba, y seguida de ella, había alguna que otra persona tímida que fue tendiéndome la suya.
Una gran luz cegó mis ojos, ya no buscaba ningún cuento, había encontrado dentro de mi a la persona que era y que quería ser, y eso no lo cambiaría nadie más. Las brujas de los cuentos habían desaparecido dando lugar a unas preciosas princesas que ante sus diferencias, estaban aprendiendo a vivir, y aunque no lo había notado, les estaba costando tanto como a mi. Mi soledad no me permitía ver que no era la única que sentía tristeza, soledad, enfado... Pero sabía que esta vez, sería yo su hada madrina, al igual que ellas fueron la mía.